El sueño: la búsqueda de sí mismo
Según platón, ”el hombre vive en un mundo de sueños, de tinieblas, cautivo en una cueva de la que sólo podrá liberarse tendiendo hacia el bien”1.
Partiendo de esta afirmación, podríamos decir que el hombre a través del tiempo ha estado en una continua búsqueda de sí mismo, de una identidad propia; ya que vive en una cárcel que no es más que su mundo de incertidumbres y dudas, se ve como un ser irreal rodeado de sueños que lo remiten -en un interminable devenir- de un sueño a otro.
En la obra que nos ocupa, se nos presenta a un ser privado de su libertad desde siempre, casi desde antes de la concepción en el vientre de su madre, pues al igual que muchos Bacilio se guía por las predicciones para orientar su vida y quizá la de sus siervos y condena a su hijo a un castigo no merecido; nos encontramos entonces con un Segismundo rodeado de dudas, temores, rabias, rencores y, cegado por bajos instintos que han sido aprendidos a través del tiempo en la soledad de su torre.
Será tal vez que todos somos prisioneros en una torre que no es más que el mundo de sueños en el que vivimos y que ese monte enmarañado son todas las dudas adquiridas en nuestro trasegar por la vida, esa falta de fe en el otro y sus potencialidades, la inseguridad en el quizá no pueda o el si me sale mal y,… dejamos volar nuestra imaginación y soñamos con lo que hubiese pasado si…
Y entonces, buscamos respuestas en un ser superior al cual culpar de nuestras tristezas, vacios, y sinsabores, pensamos que la vida es solo una ilusión, una sombra una ficción ,…Como lo dijera Calderón en uno de los apartes de su obra.
Esta es la torre que a todos nos tocó por cárcel y de la que quizá no podremos salir sino con la muerte que nos liberara al fin del suplicio y la incertidumbre; en la que te refugias en las noches cuando te invade el miedo y en la que no hay espejos que reflejen tu dolor.
Quizá, la más triste soledad en la torre es que permitimos que nos invada el silencio como la mortaja de los muertos que parece que acallara sus gritos de dolor y auxilio, el ser humano está prisionero sí, pero de su mundo de sueños fallidos, de su vacío y dolor, de sus ilusiones frustradas; de todo aquello que evita que observe lo que hay más allá, al final de la oscuridad donde sólo se vislumbra una luz tenue que nos invita a ir hacia ella, a atrevernos a cambiar, a asumir la diferencia.
Beatriz Rodríguez, Especialisata en Innovaciones Pedagógicas y Curriculares. Profesora de Lenguaje en I.E Fe y Alegría